Texto y Fotografías by Javier Solis © 2013
solis.javier@gmail.com – Facebook: Equus Barehoof
Mucha tinta ha corrido y generaciones de pueblos en Ecuador, han crecido relatando las proezas de los Chagras, también llamados Vaqueros de Los Andes. Estos hombres son considerados por su pueblo un símbolo de tradición en las interminables faenas bajo la inclemencia paramuna. Las condiciones de vida en esta franja de estupenda naturaleza justo debajo de las nieves perpetuas de los volcanes ecuatorianos, no son fáciles para nadie; algo que suena paradójico sabiendo que en esa esponja de líquenes, musgo, paja y frailejones, se almacena la fórmula de la vida, pues allí escurren las aguas del deshielo y caen las nubes como llovizna pertinaz.
(Foto portada libro Chagras de Peter Oxford y Reneé Bish).
Estos corajudos y recios personajes, mayormente indígenas de la región, han nacido en la montaña y para la montaña; su genética, morfología y condición física, donde se destaca una gran capacidad torácica, les permite moverse livianamente en las alturas del páramo (alrededor de 3.200 a 4.800 msnm), respiran con facilidad y soportan el frío como no lo haría ninguno de nosotros que venimos de altitudes sobre el nivel del mar más benévolas en clima y generosas en oxígeno.
Tanto mérito y reconocimiento como a los chagras, debe otorgársele al caballo paramuno, que por décadas se ha ido adaptando a las condiciones extremas de altitud, temperatura y humedad, logrando subsistir y responder con eficiencia a los trabajos que imponen las faenas de campo. Es deseable que este binomio hombre – caballo esté acoplado en todos los aspectos… Se tiene entonces un hombre de páramo para un caballo adaptado perfectamente al páramo.
Si bien se ha trabajado en el campo con caballos de otras razas, se observa que los que aquí mejor se desenvuelven son los caballos paramunos. Corroboran esta afirmación las historias de caballos distintos, que al subirles a trabajar al páramo no han sobrevivido tras un infarto.
Estos caballitos de páramo, a los que no muchos prestan atención, año tras año son protagonistas de los rodeos junto al ganado vacuno en las haciendas, se han convertido en un gran atractivo turístico. Los rodeos anuales que antaño se realizaran como trabajo habitual de las haciendas, hoy en día son un producto del folclore que se vende. Justamente la difusión de las actividades con los caballos del páramo, permitieron resaltar cierta deformidad en los cascos de algunos. En varias ocasiones que comentamos nuestro interés en los caballos, nos dijeron: “…Ahhh van a ver los caballos con los cascos como churo”, refiriéndose al crecimiento descontrolado de los cascos, que acaban tomando la forma de una espiral o un “zapato chino”. La mayoría de personas que en alguna oportunidad han asistido a estos rodeos, mencionaron haber visto ejemplares con esta deformidad, la cual corrigen cortando el exceso de casco. Esta es una más de las actividades en la hacienda, junto con la desparasitada y corte de las crines de los animales.
Estos discretos ejemplares que comenzamos a conocer como el complemento equino de los chagras, son los que llamaron la atención de Lucy Rees, una mujer galesa residente en España que ha dedicado su vida a la etología equina, Ella también es domadora, por lo que vino a Ecuador a “Tierra de Caballos”, invitada por Juan Bernardo Bermeo para dictar unos cursos de doma y monta natural. Juan Bernardo fue nuestro anfitrión en el Ecuador y guía en el Parque Nacional del Cotopaxi.
Según Lucy lo que a primera vista se destaca de este caballo paramuno ecuatoriano, es su reducido tamaño, lo que es afín un poco con las bajas tallas de los arbustos y lento crecimiento de toda la flora en el páramo. Una segunda característica, es que a pesar de su aislamiento en tan desfavorables condiciones climáticas ha logrado adaptar su dieta a esos lentos ritmos de la flora, lo que es básicamente su alimento. También destaca en sus observaciones, que los comportamientos y conductas de los ejemplares corresponden a las que tendrían las manadas salvajes en total libertad; en tres días se observaron más de 50 conductas diferentes, en una población de 184 ejemplares aproximadamente.
Se percibe un grado de adaptación a la presencia humana, que se ha intensificado por el tránsito masivo de turistas en las rutas que habitualmente los caballos frecuentan para ir de su sitio de pastura a las fuentes de agua o entre lugares donde diversifican su dieta. Aunque en principio dicha presencia no altera sus comportamientos, puede ser desfavorable a su condición silvestre, en razón a que su captura se facilitaría.
Lucy, quien tiene una manada de caballos salvajes (Pottokas) en Extremadura – España, encuentra similitud en el tamaño (alzada) de en estos caballos ecuatorianos y sus caballos, especialmente los ejemplares negros que son la mayoría; quizás el vivir en la montaña y no en grandes llanuras con mejor comida, les ha hecho mantener su pequeña talla, son casi unos Pony. Ella afirma: que un caballo de estos, “puesto a pastar con mejores forrajes en valles más bajos y cálidos que el páramo, ganaría en su talla unos 10 centímetros en una generación, manteniendo esas grandes condiciones de robustez y docilidad.”
En cuanto a la deformidad en los cascos de algunos ejemplares, la otra característica que llamó la atención a Lucy, lamentablemente para las fechas de las observaciones había pasado ya el rodeo, razón por la cual quizás no se pudo observar ninguno; sin embargo su existencia se confirma por fotografías anteriores y por conversaciones con las gentes del mundo del caballo ecuatoriano (domadores, propietarios y jinetes de diversas disciplinas), quienes afirmaron que el 4 fenómeno se presenta no sólo en los caballos del Cotopaxi, sino también en los de otros páramos (Antisana, Pasochoa).
Según Lucy lo que a primera vista se destaca de este caballo paramuno ecuatoriano, es su reducido tamaño, lo que es afín un poco con las bajas tallas de los arbustos y lento crecimiento de toda la flora en el páramo. Una segunda característica, es que a pesar de su aislamiento en tan desfavorables condiciones climáticas ha logrado adaptar su dieta a esos lentos ritmos de la flora, lo que es básicamente su alimento. También destaca en sus observaciones, que los comportamientos y conductas de los ejemplares corresponden a las que tendrían las manadas salvajes en total libertad; en tres días se observaron más de 50 conductas diferentes, en una población de 184 ejemplares aproximadamente.
Se percibe un grado de adaptación a la presencia humana, que se ha intensificado por el tránsito masivo de turistas en las rutas que habitualmente los caballos frecuentan para ir de su sitio de pastura a las fuentes de agua o entre lugares donde diversifican su dieta. Aunque en principio dicha presencia no altera sus comportamientos, puede ser desfavorable a su condición silvestre, en razón a que su captura se facilitaría.
Lucy, quien tiene una manada de caballos salvajes (Pottokas) en Extremadura – España, encuentra similitud en el tamaño (alzada) de en estos caballos ecuatorianos y sus caballos, especialmente los ejemplares negros que son la mayoría; quizás el vivir en la montaña y no en grandes llanuras con mejor comida, les ha hecho mantener su pequeña talla, son casi unos Pony. Ella afirma: que un caballo de estos, “puesto a pastar con mejores forrajes en valles más bajos y cálidos que el páramo, ganaría en su talla unos 10 centímetros en una generación, manteniendo esas grandes condiciones de robustez y docilidad.”
En cuanto a la deformidad en los cascos de algunos ejemplares, la otra característica que llamó la atención a Lucy, lamentablemente para las fechas de las observaciones había pasado ya el rodeo, razón por la cual quizás no se pudo observar ninguno; sin embargo su existencia se confirma por fotografías anteriores y por conversaciones con las gentes del mundo del caballo ecuatoriano (domadores, propietarios y jinetes de diversas disciplinas), quienes afirmaron que el 4 fenómeno se presenta no sólo en los caballos del Cotopaxi, sino también en los de otros páramos (Antisana, Pasochoa).
(Foto cascos deformados libro Chagras de Peter Oxford y Reneé Bish).
Este rico panorama equino deja sembradas algunas expectativas para la investigación, por ejemplo:
• La verdadera influencia del caballo en el ecosistema de páramo.
• La probable existencia de un caballo criollo ecuatoriano, adaptado a rigurosísimas condiciones climáticas. Al que deberá estudiársele sus potenciales usos, generando quizás un ícono de identidad nacional.
• La causa de las deformaciones en los cascos de algunos ejemplares.
• La concientización de las instituciones ambientales y la búsqueda de aliados para consolidar proyectos, por y para los caballos del páramo.
Mientras nuestras expectativas germinan… Ellos seguirán allí pastando pacientes y silenciosos.
Agradecimiento a Natalia y Juan Bernardo, nuestros anfitriones.
Glosario
Chagras: personas dedicadas a las faenas de campo en las montañas del páramo ecuatoriano, fuera de su medio se les conoce como los Vaqueros de Los Andes.
Paramuna: relativo al páramo; a grandes rasgos, el páramo es un ecosistema tropical de montaña que se desarrolla por encima del área del bosque y tiene su límite en las nieves perpetuas. En los Andes, los páramos se encuentran desde la cordillera de Mérida (Venezuela), atravesando las cadenas montañosas de Colombia y Ecuador, hasta la depresión de Huancabamba (Perú).
Caballo, Yegua. Equitación, Western, Toros Coleados, De Paso, Polo...
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