Trabajador, astuto, pero sobre todo, inteligente. Sí, hablamos del asno.
¿Cuál es el destino de estos animales cuyos orígenes están en África?Créditos:QUO
Fuente: quo.mx
A mediados del siglo XIX, carruajes, carrozas y carretas recorrían las calles de lo que hoy es la Ciudad de México, cuidando de no exceder los 10 kilómetros por hora que establecían los reglamentos de la época. Si el vehículo era tirado por burros seguro que nunca se romperían las normas de velocidad.
Los caballos tenían mejor estampa, pero los asnos aseguraban un trayecto sin contratiempos. En su caso, podría aplicarse el dicho popular: “más vale paso que dure y no trote que canse”. Justo esa frase podría resumir la historia de este animal de carga: un paso lento, pero duradero, tanto que a veces pasa desapercibido.
De África para el mundo
La historia del burro comienza en África. “Su distribución original abarcaba toda la región del Sahara hasta el Mar Rojo y Somalia, incluyendo el sur de la Península Arábica”, según se documenta en el libro Animales exóticos en México: Una amenaza para la biodiversidad, de Jorge Álvarez Romero, Rodrigo Medellín, Adán Olivares, Héctor Gómez y Óscar Sánchez.
La domesticación de estos animales ocurrió hace poco más de 6,000 años. El Equus asinus o asno doméstico desciende del llamado Equus africanus que habitaba al noroeste del continente africano, pero que desapareció del estado salvaje durante el Imperio romano. La única subespecie sobreviviente en estado silvestre es el Equus africanus somalicus, y es probable que lo sea por muy poco tiempo, porque se encuentra en peligro de extinción.
Descubrimientos fósiles aportan datos de un nuevo antecesor del burro: el Equus asinus europeus, lo que sugeriría que este animal no solo tiene su origen en el continente africano, sino que otras especies se desarrollaron en forma paralela en Europa.
Y aunque no tienen el mismo reconocimiento que los caballos, los burros ocupan un lugar importante entre los equinos domésticos: representan el 47% del total, de acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
El doctor Rodrigo Medellín, investigador del Instituto de Ecología de la UNAM, comenta que los asnos están dispersos prácticamente en todo el mundo, como especie domesticada, pero también en poblaciones silvestres.
En México es posible encontrar las mayores concentraciones de asnos domésticos en los estados de Puebla, Tlaxcala, Hidalgo, México y Guerrero; mientras que en Baja California, Sonora, Chihuahua, Coahuila y Durango se han detectado grupos silvestres.
Por ejemplo, en la sierra de la Giganta, en Baja California, las poblaciones de burros en estado natural compiten con los escasos recursos alimenticios existentes para las poblaciones nativas, como el borrego cimarrón (Ovis canadensis) o el venado bura (Odocoileus hemiomus). “Al sobrevolar la zona, puedo decir que las poblaciones de burros son mayores que las de borregos”, comenta el doctor Rodrigo Medellín, investigador de la UNAM.
El doctor Mariano Hernández Gil, jefe del Departamento de Équidos de la Facultad de Veterinaria y Zootecnia de la UNAM, resalta que en muchas ocasiones los animales que la gente ya no emplea para el trabajo de carga los deja abandonados a su suerte. Sin embargo, la capacidad de adaptación del burro es tan buena que puede sobrevivir en estado salvaje y conformar numerosas poblaciones. De hecho, en algunas zonas de Australia o en el sur de Estados Unidos, estos animales son considerados como una plaga.
Ciencia de la supervivencia
La frase que celebra la exaltación de la libido —“como burro en primavera”— es justo un reconocimiento a las estrategias biológicas de supervivencia de estos apacibles animales: durante el mes de mayo, la hembra entra en celo; 11 meses después nacen sus potrillos, justo durante la época en que los campos reverdecen y hay alimento suficiente para satisfacer las necesidades nutricionales de la hembra, para la producción de leche.
Los estudios científicos que se han hecho sobre este animal han tirado por el suelo algunos prejuicios que existen sobre él, por ejemplo, que no es inteligente. Análisis genéticos muestran que es más avanzado que el caballo, por lo menos así lo consigna una de las biblias en la investigación de los équidos: The Genetics of the Horse.
En el Imperio grecorromano, por ejemplo, celebraban su astucia y paciencia, como el binomio perfecto de la inteligencia. Sin embargo, su carácter apacible provocó que su nombre e imagen se utilizara en forma peyorativa, incluso que se le utilizara como icono de poca inteligencia. Nada que ver con la realidad.
El doctor Medellín explica que los burros viven de manera natural en zonas montañosas, por lo que trepar es su manera de escapar de sus depredadores. Este talento, inscrito en su ADN, los hace seguir siendo útiles para el ser humano.
La tradición y el conocimiento empírico de sus virtudes han demostrado que, a pesar de las nuevas herramientas tecnológicas, se siga confiando en ellos para las labores de agricultura.
Hernández Gil señala que hace un par de años un grupo de estudiantes holandeses realizó un estudio en México sobre el trabajo agrícola, apoyado por animales de carga en comparación con trabajo realizado con tractores.
“Principalmente la gente de mayor edad no solo se sentía cercana al burro, como una cuestión de tradición, sino por cuestiones prácticas: el burro sobrevive mejor con forrajes de menor calidad e incluso puede pasar largos periodos sin agua. Con el trabajo del burro se requieren de 3 a 5 kilos de semillas por hectárea, mientras que el tractor desperdicia más semilla: 20 kilos por hectárea, por la llamada resiembra”, explica el especialista.
Tradición que obliga
En Etiopía, 95% de la tierra todavía se trabaja con animales de carga, como bueyes y asnos, pero en su mayoría con estos últimos, según datos de la FAO. Los indicadores económicos asocian el mayor uso de animales de carga con un menor índice de desarrollo de un país; sin embargo, no siempre es así.
El doctor Joao Rodrigues, académico de la Universidad Lusófona de Humanidades y Tecnología en Lisboa, Portugal, explica que aunque el burro ha desaparecido como animal de carga en muchos países europeos, en las naciones del sur —Portugal, España, Italia y Grecia, así como del este, como Rumania y Ucrania—, sigue siendo un elemento muy importante en los sistemas de agricultura tradicionales.
“Actualmente hay todo un nuevo movimiento en Europa para la reutilización de los équidos de trabajo, pero de una forma moderna, aplicando esta tecnología tanto en agricultura como en el desempeño de las más variadas funciones, teniendo en cuenta que la energía animal puede ser ampliamente utilizada”, señala Rodrigues.
Además, la tracción animal se está revalorando. La subdirección de Ingeniería Agrícola de la FAO busca fomentarla como una fuente de energía renovable, que se puede mantener con pocos insumos externos y mediante la cual los sistemas agrícolas mixtos fortalecen la integración entre agricultura y ganadería sostenible.
Para el especialista portugués, el burro está resurgiendo con un papel importante en esta nueva dinámica: “Sobre todo algunas de las razas de talla más grande, como el zamorano-leonés, que presentan mucha capacidad de tracción”.
Santuario para un trabajador
En México, los burros no solo son parte del paisaje de las zonas rurales; también son los protagonistas de una feria que cada año se celebra en Otumba, Estado de México, y son parte de la imagen de una ciudad como Tijuana, el único lugar del mundo donde es posible encontrar asnos disfrazados de cebras, listos para posar en la fotografía del recuerdo.
Y aunque su presencia aún es notoria, su población ha presentado un descenso en los últimos años: hace una década había 1.5 millones de burros, de acuerdo con el Censo de Población de Équidos 1991-1994. El censo de 2007-2010 registró una población de un millón de ejemplares.
Hernández Gil resalta que la cifra ha disminuido porque en muchas regiones del país este animal cayó en desuso: “El burro ha sido sustituido por vehículos de bajo costo en zonas que ya se han urbanizado. El caballo permanece por ser símbolo de poder, pero en muchos lugares al burro lo mandan al rastro o lo dejan abandonado a su suerte”.
En Europa se está revalorando a estos animales, porque se están quedando sin ellos.
De acuerdo con datos de la FAO, existen 44 millones de asnos en el mundo; por lo que la especie, en sí, no está amenazada. Sin embargo, algunas razas, las que presentan un conjunto de características fenotípicas que las identifica, sí están en peligro de desaparecer, por ejemplo: el burro zamorano-leonés, raza autóctona española; el burro mirandês, única raza autóctona reconocida en Portugal; y el burro de poitou, raza francesa. El mirandês y el zamorano-leonés no tienen más de 1,000 animales registrados.
Para salvar a estas razas y contribuir a la revalorización de este animal, hay quienes impulsan la creación de refugios.
Estos lugares ya funcionan en España, Inglaterra, Portugal y Francia.
El refugio de burros más grande está en Inglaterra. Se trata del Donkey Sanctuary, fundado en 1969, después de que la doctora Elisabeth Svendsen se percató de las condiciones en las que eran vendidos los asnos en un mercado local. Svendsen decidió destinar su propiedad para el cuidado de los animales que habían dedicado su vida al servicio del humano y que acababan sus días en forma lamentable.
Esta organización creció a niveles insospechados: actualmente tienen nueve granjas (un total de 1,000 hectáreas), alberga a cerca de 4,000 burros y cuenta con alrededor de 500 empleados en todo el mundo. También tiene sedes en India e Irlanda y proyectos de apoyo médico, investigación y educación sobre este animal en otras naciones.
La situación de los burros en el Reino Unido es muy diferente a la de México. Nunca tuvimos tantos burros de trabajo. Ahora no hay casi ninguno. El Donkey Sanctuary es una institución caritativa de bienestar animal que se adapta a su tiempo y lugar”, señala Stephen Blakeway, director internacional de operaciones del refugio.
Esta fundación también busca que se reconozca a los burros como grandes aliados en el apoyo terapeútico para personas con necesidades especiales, como el autismo.
La asnoterapia sigue básicamente las mismas premisas que la equinoterapia: cepillando, acariciando o montando al equino se da un acercamiento con el animal para poder realizar diferentes ejercicios, según la discapacidad a tratar.
La diferencia es que el burro es un animal más dócil y manejable que un caballo, pero sobre todo, quienes trabajan con ellos no se cansan de subrayar su cualidad más importante: su inteligencia.
Los impulsores del Donkey Sanctuary, fundación que ha tenido contacto con la UNAM por más de 20 años, intentan transmitir la idea de que el verdadero refugio para este animal debe estar en cada lugar donde habite.
La revalorización del burro no solo está presente en los lugares donde funcionan los refugios Donkey Sanctuary. Desde hace más de 20 años se lleva a cabo el Coloquio Internacional de Équidos de Trabajo y, a finales del año pasado, se realizó el Primer Simposio sobre el Bienestar del Burro, en la Universidad de California, en Estados Unidos; ahí se trataron desde aspectos exclusivos de la salud del animal hasta su papel en la economía mundial, como su lugar primordial en las llamadas economías en desarrollo y su renacer en países europeos.
Joao Rodrigues señala que “es muy importante comprender que el burro no va a dejar de desempeñar las funciones que hoy día sigue haciendo en la gran mayoría de las naciones de Asia, África y America. Es una pieza clave para la calidad de vida de sus propietarios, porque ellos dependen del trabajo de este animal”.
Especialistas como Rodrigues apuestan a que la historia de los asnos siga escribiéndose, pero por encima de todo que se revalore su importancia como un animal trabajador, adaptable, apacible y, más que nada, inteligente. No importa que su revalorización sea a paso lento, pero seguro.
A mediados del siglo XIX, carruajes, carrozas y carretas recorrían las calles de lo que hoy es la Ciudad de México, cuidando de no exceder los 10 kilómetros por hora que establecían los reglamentos de la época. Si el vehículo era tirado por burros seguro que nunca se romperían las normas de velocidad.
Los caballos tenían mejor estampa, pero los asnos aseguraban un trayecto sin contratiempos. En su caso, podría aplicarse el dicho popular: “más vale paso que dure y no trote que canse”. Justo esa frase podría resumir la historia de este animal de carga: un paso lento, pero duradero, tanto que a veces pasa desapercibido.
De África para el mundo
La historia del burro comienza en África. “Su distribución original abarcaba toda la región del Sahara hasta el Mar Rojo y Somalia, incluyendo el sur de la Península Arábica”, según se documenta en el libro Animales exóticos en México: Una amenaza para la biodiversidad, de Jorge Álvarez Romero, Rodrigo Medellín, Adán Olivares, Héctor Gómez y Óscar Sánchez.
La domesticación de estos animales ocurrió hace poco más de 6,000 años. El Equus asinus o asno doméstico desciende del llamado Equus africanus que habitaba al noroeste del continente africano, pero que desapareció del estado salvaje durante el Imperio romano. La única subespecie sobreviviente en estado silvestre es el Equus africanus somalicus, y es probable que lo sea por muy poco tiempo, porque se encuentra en peligro de extinción.
Descubrimientos fósiles aportan datos de un nuevo antecesor del burro: el Equus asinus europeus, lo que sugeriría que este animal no solo tiene su origen en el continente africano, sino que otras especies se desarrollaron en forma paralela en Europa.
Y aunque no tienen el mismo reconocimiento que los caballos, los burros ocupan un lugar importante entre los equinos domésticos: representan el 47% del total, de acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
El doctor Rodrigo Medellín, investigador del Instituto de Ecología de la UNAM, comenta que los asnos están dispersos prácticamente en todo el mundo, como especie domesticada, pero también en poblaciones silvestres.
En México es posible encontrar las mayores concentraciones de asnos domésticos en los estados de Puebla, Tlaxcala, Hidalgo, México y Guerrero; mientras que en Baja California, Sonora, Chihuahua, Coahuila y Durango se han detectado grupos silvestres.
Por ejemplo, en la sierra de la Giganta, en Baja California, las poblaciones de burros en estado natural compiten con los escasos recursos alimenticios existentes para las poblaciones nativas, como el borrego cimarrón (Ovis canadensis) o el venado bura (Odocoileus hemiomus). “Al sobrevolar la zona, puedo decir que las poblaciones de burros son mayores que las de borregos”, comenta el doctor Rodrigo Medellín, investigador de la UNAM.
El doctor Mariano Hernández Gil, jefe del Departamento de Équidos de la Facultad de Veterinaria y Zootecnia de la UNAM, resalta que en muchas ocasiones los animales que la gente ya no emplea para el trabajo de carga los deja abandonados a su suerte. Sin embargo, la capacidad de adaptación del burro es tan buena que puede sobrevivir en estado salvaje y conformar numerosas poblaciones. De hecho, en algunas zonas de Australia o en el sur de Estados Unidos, estos animales son considerados como una plaga.
Ciencia de la supervivencia
La frase que celebra la exaltación de la libido —“como burro en primavera”— es justo un reconocimiento a las estrategias biológicas de supervivencia de estos apacibles animales: durante el mes de mayo, la hembra entra en celo; 11 meses después nacen sus potrillos, justo durante la época en que los campos reverdecen y hay alimento suficiente para satisfacer las necesidades nutricionales de la hembra, para la producción de leche.
Los estudios científicos que se han hecho sobre este animal han tirado por el suelo algunos prejuicios que existen sobre él, por ejemplo, que no es inteligente. Análisis genéticos muestran que es más avanzado que el caballo, por lo menos así lo consigna una de las biblias en la investigación de los équidos: The Genetics of the Horse.
En el Imperio grecorromano, por ejemplo, celebraban su astucia y paciencia, como el binomio perfecto de la inteligencia. Sin embargo, su carácter apacible provocó que su nombre e imagen se utilizara en forma peyorativa, incluso que se le utilizara como icono de poca inteligencia. Nada que ver con la realidad.
El doctor Medellín explica que los burros viven de manera natural en zonas montañosas, por lo que trepar es su manera de escapar de sus depredadores. Este talento, inscrito en su ADN, los hace seguir siendo útiles para el ser humano.
La tradición y el conocimiento empírico de sus virtudes han demostrado que, a pesar de las nuevas herramientas tecnológicas, se siga confiando en ellos para las labores de agricultura.
Hernández Gil señala que hace un par de años un grupo de estudiantes holandeses realizó un estudio en México sobre el trabajo agrícola, apoyado por animales de carga en comparación con trabajo realizado con tractores.
“Principalmente la gente de mayor edad no solo se sentía cercana al burro, como una cuestión de tradición, sino por cuestiones prácticas: el burro sobrevive mejor con forrajes de menor calidad e incluso puede pasar largos periodos sin agua. Con el trabajo del burro se requieren de 3 a 5 kilos de semillas por hectárea, mientras que el tractor desperdicia más semilla: 20 kilos por hectárea, por la llamada resiembra”, explica el especialista.
Tradición que obliga
En Etiopía, 95% de la tierra todavía se trabaja con animales de carga, como bueyes y asnos, pero en su mayoría con estos últimos, según datos de la FAO. Los indicadores económicos asocian el mayor uso de animales de carga con un menor índice de desarrollo de un país; sin embargo, no siempre es así.
El doctor Joao Rodrigues, académico de la Universidad Lusófona de Humanidades y Tecnología en Lisboa, Portugal, explica que aunque el burro ha desaparecido como animal de carga en muchos países europeos, en las naciones del sur —Portugal, España, Italia y Grecia, así como del este, como Rumania y Ucrania—, sigue siendo un elemento muy importante en los sistemas de agricultura tradicionales.
“Actualmente hay todo un nuevo movimiento en Europa para la reutilización de los équidos de trabajo, pero de una forma moderna, aplicando esta tecnología tanto en agricultura como en el desempeño de las más variadas funciones, teniendo en cuenta que la energía animal puede ser ampliamente utilizada”, señala Rodrigues.
Además, la tracción animal se está revalorando. La subdirección de Ingeniería Agrícola de la FAO busca fomentarla como una fuente de energía renovable, que se puede mantener con pocos insumos externos y mediante la cual los sistemas agrícolas mixtos fortalecen la integración entre agricultura y ganadería sostenible.
Para el especialista portugués, el burro está resurgiendo con un papel importante en esta nueva dinámica: “Sobre todo algunas de las razas de talla más grande, como el zamorano-leonés, que presentan mucha capacidad de tracción”.
Santuario para un trabajador
En México, los burros no solo son parte del paisaje de las zonas rurales; también son los protagonistas de una feria que cada año se celebra en Otumba, Estado de México, y son parte de la imagen de una ciudad como Tijuana, el único lugar del mundo donde es posible encontrar asnos disfrazados de cebras, listos para posar en la fotografía del recuerdo.
Y aunque su presencia aún es notoria, su población ha presentado un descenso en los últimos años: hace una década había 1.5 millones de burros, de acuerdo con el Censo de Población de Équidos 1991-1994. El censo de 2007-2010 registró una población de un millón de ejemplares.
Hernández Gil resalta que la cifra ha disminuido porque en muchas regiones del país este animal cayó en desuso: “El burro ha sido sustituido por vehículos de bajo costo en zonas que ya se han urbanizado. El caballo permanece por ser símbolo de poder, pero en muchos lugares al burro lo mandan al rastro o lo dejan abandonado a su suerte”.
En Europa se está revalorando a estos animales, porque se están quedando sin ellos.
De acuerdo con datos de la FAO, existen 44 millones de asnos en el mundo; por lo que la especie, en sí, no está amenazada. Sin embargo, algunas razas, las que presentan un conjunto de características fenotípicas que las identifica, sí están en peligro de desaparecer, por ejemplo: el burro zamorano-leonés, raza autóctona española; el burro mirandês, única raza autóctona reconocida en Portugal; y el burro de poitou, raza francesa. El mirandês y el zamorano-leonés no tienen más de 1,000 animales registrados.
Para salvar a estas razas y contribuir a la revalorización de este animal, hay quienes impulsan la creación de refugios.
Estos lugares ya funcionan en España, Inglaterra, Portugal y Francia.
El refugio de burros más grande está en Inglaterra. Se trata del Donkey Sanctuary, fundado en 1969, después de que la doctora Elisabeth Svendsen se percató de las condiciones en las que eran vendidos los asnos en un mercado local. Svendsen decidió destinar su propiedad para el cuidado de los animales que habían dedicado su vida al servicio del humano y que acababan sus días en forma lamentable.
Esta organización creció a niveles insospechados: actualmente tienen nueve granjas (un total de 1,000 hectáreas), alberga a cerca de 4,000 burros y cuenta con alrededor de 500 empleados en todo el mundo. También tiene sedes en India e Irlanda y proyectos de apoyo médico, investigación y educación sobre este animal en otras naciones.
La situación de los burros en el Reino Unido es muy diferente a la de México. Nunca tuvimos tantos burros de trabajo. Ahora no hay casi ninguno. El Donkey Sanctuary es una institución caritativa de bienestar animal que se adapta a su tiempo y lugar”, señala Stephen Blakeway, director internacional de operaciones del refugio.
Esta fundación también busca que se reconozca a los burros como grandes aliados en el apoyo terapeútico para personas con necesidades especiales, como el autismo.
La asnoterapia sigue básicamente las mismas premisas que la equinoterapia: cepillando, acariciando o montando al equino se da un acercamiento con el animal para poder realizar diferentes ejercicios, según la discapacidad a tratar.
La diferencia es que el burro es un animal más dócil y manejable que un caballo, pero sobre todo, quienes trabajan con ellos no se cansan de subrayar su cualidad más importante: su inteligencia.
Los impulsores del Donkey Sanctuary, fundación que ha tenido contacto con la UNAM por más de 20 años, intentan transmitir la idea de que el verdadero refugio para este animal debe estar en cada lugar donde habite.
La revalorización del burro no solo está presente en los lugares donde funcionan los refugios Donkey Sanctuary. Desde hace más de 20 años se lleva a cabo el Coloquio Internacional de Équidos de Trabajo y, a finales del año pasado, se realizó el Primer Simposio sobre el Bienestar del Burro, en la Universidad de California, en Estados Unidos; ahí se trataron desde aspectos exclusivos de la salud del animal hasta su papel en la economía mundial, como su lugar primordial en las llamadas economías en desarrollo y su renacer en países europeos.
Joao Rodrigues señala que “es muy importante comprender que el burro no va a dejar de desempeñar las funciones que hoy día sigue haciendo en la gran mayoría de las naciones de Asia, África y America. Es una pieza clave para la calidad de vida de sus propietarios, porque ellos dependen del trabajo de este animal”.
Especialistas como Rodrigues apuestan a que la historia de los asnos siga escribiéndose, pero por encima de todo que se revalore su importancia como un animal trabajador, adaptable, apacible y, más que nada, inteligente. No importa que su revalorización sea a paso lento, pero seguro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario